
A esta Alemania da gusto verla. Es la primera selección de este Mundial que regala alegría al ojo y, seguramente, temor a los pretendientes de un título que siempre ha merodeado las fronteras de la gran república centroeuropea y ha hablado la lengua germana en tres ocasiones.
Australia, tras el empellón inicial que le procuraron sus potestades físicas, no tardó demasiado en resquebrajarse ante una Alemania de toque y cintura, en la que el liderazgo lo ejercen 'nuevos alemanes' como Mesut Özil, segunda generación turca en el país de la Bundesliga.
El porvenir de Alemania, corroborada su credencial, arrancará en semifinales. El de Australia terminará, con mayor probabilidad incluso, el 19 de junio, tras el próximo partido, que tendrá que jugar contra Ghana sin uno de sus puntales, Tim Cahill, expulsado por una entrada por detrás más violenta en apariencia que en la realidad. Huele a cadáver.
La razón de Löw
El discurso oceánico enmudeció en ocho minutos, tras la primera triangulación alemana en la proximidad del área del guardameta Schwarzer. Özil trazó el dibujo para el desmarque de Müller, que en el área cambió la orientación de la jugada hacia la llegada de Podolski, el de la zurda poderosa e indigesta para el portero australiano.
A Joachim Löw se le discutía el empeño por titularizar a un Miroslav Klose en fase aparentemente terminal. El ariete dio razón a sus críticos en dos primeros remates indignos de su categoría, pero a la tercera oportunidad le echó un capote Schwarzer con una salida tan inoportuna como torpe.
La cabeza del delantero conectó con la pelota enviada por Lahm desde su guarida de lateral derecho para marcar a puerta vacía su primer gol en esta edición sudafricana. Su undécimo en Mundiales, tras los cinco en Corea/Japón y la otra 'manita' en Alemania 2006.
Tras la diana, el rendimiento de Klose mejoró entre una defensa australiana en plena disolución.
Indescifrable Müller
Pero la parte noble del 'show' alemán continuó siendo acunada por las conexiones entre Özil en la mediapunta y Müller en el lado derecho del ataque. Alemania tocaba sin prisa y con el freno echado, maldita gana de arriesgar un partido prácticamente resuelto en la primera media hora.
Tras la expulsión de Cahill, el tesoro alemán se duplicó. Özil no pudo marcar en dos ocasiones más bien claras, nadie es perfecto. Pero Müller se inventó el tercero de la noche con una ejecutoria perfecta, giro y disparo a la base del palo, imposible de descifrar. El mejor de los cuatro, aunque la jugada que facilitó el último de Cacau nada más reemplazar a Klose también respetó el compromiso de esta Alemania con la belleza del fútbol.
Fuente Elmundo.es
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